La pintoresca sucesión de esculturas clásicas recuerda a simple vista la diagramación de una idea escolar, a saber, la evolución del arte griego desde la fase arcaica pre-helénica hasta la sensualización naturalista del siglo IVaC.
Este primer diagrama panelístico lo extraigo de Gombrich, quien lo situó como fundacional ejemplo de su disquisición sobre "The ideas of Progress and their Impact on Art" (que tuvo lugar en Londres en 1971, y luego fue traducida al alemán por el mismo Gombrich y editada como Kunst und Fortschritt. Wirkung und Wandlung einer Idee, DuMont, Colonia, 1978, reeditado recientemente). El término diagrama, así como otro muy importante, Schema, son categorías que el mismo Gombrich utiliza al referirse a esta disposición de las imágenes con que va ilustrando su artículo (no conocedor del gran cañón de powerpoint, lo damos por un gran entendido en los proyectores de diapositivas).
En su repaso por las distintas cosmovisiones de la idea de progreso (y de su archiconcatenada antípoda, la Decadencia), Gombrich descubre su inaugural aparición en un texto de Duris von Samos (perdido y reseñado por Cicerón y otros), quien fue el primero en concebir la historia de la escultura griega en términos de desarrollo evolutivo o "progresivo" (fortschrittende Entwicklung); podemos pensar que Duris no hizo otra cosa que representarse internamente y articular en términos conceptuales el precedente políptico de estilos; la idea de un progreso en el arte nació así signada por una determinada disposición de imágenes, y si pudo discutírsela no sin buen sentido (por totalitaria y monolítica, incluso sexista), proponiendo otro orden o bien ninguno en la disposición gráfica de los verticales varones de piedra, más o menos proporcionados, rígidos o lánguidos, mórbidamente detallados en su instante de desasosiego o perentorios y tranquilizadores en su temple y fortaleza, si todo este relato pudo y debió ser discutido, no fue tan celebrada otra tesis implícita, igualmente notable y más sugestiva, a saber, que no hubieran existido nunca las ideas de progreso y decadencia sin un orden dispositivo semejante, y sin una página que le diera lugar (sea esta la del bosquejo personal, la pared exhibitiva, la arena de playa o el sueño).
El didáctico ejemplo de Gombrich (¿qué mejor, para presentarnos la idea de progreso en el arte, que la meridiana alegoría trimembre de la escultura griega?) podría así releerse en términos de panelística pura: la idea de progreso no sería nada, en esta instancia, por fuera de su secuencia icónica. Los tres tiempos de la escultura clásica no ilustran una categoría, sino que constituyen su fórmula escrita, su secuencia de pathos.
En esta medida, la panelística de los conceptos tiene un fundamento potencial, en cuanto las alteraciones introducidas en el orden secuencial pueden provocar importantes cambios de descpripción semántica en pos de otras tantas investigaciones.
La reproducción fotográfica, ya muy difundida a fines del siglo XIX, propició un repentino crecimiento en las posibilidades de manipulación de íconos: el frenético trabajo de warburg, fuchs y otros fundadores de la panelística es comparable con el trabajo de los ingenieros petroquímicos a mediados del siglo pasado: estos inventaron el ddt, el agente naranja y cantidad de productos de limpieza, aquellos descubrieron y sostuvieron la posibilidad de una tópica afectiva única para la especie humana a partir del discernimiento de morfologías.