Der Guerrilla-Christus
Contame lo del Cristo Guerrillero. Entiendo que para ese trabajo hubo una investigación muy fuerte de tu parte...
En realidad, el Cristo Guerrillero se inscribe en una investigación mayor, de dos partes, una que tuvo lugar en Córdoba y otra en el Norte, y que resultó en el Libro real y plateado, para la muestra El camino real, en el contexto de Ex Argentina. Lo que me interesaba investigar en relación con el camino real, o sea, la ruta de Buenos Aires a Lima en la época de la colonia, eran las aduanas secas, que estaban emplazadas en Córdoba y en Jujuy. Aduanas mediterráneas, por eso se llamaban secas. En todo el proyecto Ex Argentina, mi trabajo, en buena medida, pasó por poner en relación la historia argentina reciente, los años ‘90, con el Virreinato. (...) En esta conexión, me interesaba plantear también un momento intermedio, de resistencia, que fueron los años ’70. Busqué episodios interesantes, uno de ellos es el de La Calera, un pueblo de Córdoba situado en las cercanías de una mina de cal donde Montoneros hizo su primera aparición pública, con una especie de ataque relámpago. Y en Jujuy, pasó que alguien me contó la historia del Cristo Guerrillero. Fue muy raro, hubo una serie de casualidades. Es algo que ocurrió en Tilcara, antes de que subiera Cámpora, en el ‘72. Resulta que la comunidad de Tilcara le pide un Cristo a un escultor de la zona, para hacer peregrinaciones con ese Cristo. El escultor acepta la oferta y empieza a trabajar. Pero ocurre que se le muere la hija, se deprime mucho y abandona el encargo. Y después vuelve, termina al Cristo, y en la Semana Santa del ’73 se hace la presentación. A la presentación caen un montón de policías y militares en busca del “Cristo Guerrillero”. Hay un gran despliegue de fuerzas de seguridad, la gente no entiende de qué se trata. Entonces el escultor les confiesa que es el padre de Ana María Villarreal, la mujer de Santucho, que había muerto en los fusilamientos de Trelew. La policía se quería llevar al Cristo, que decían que tenía rostro de mujer y heridas de bala. Pero la gente, solidarizada con el escultor, lo subió a la capilla, desde donde los policías no pudieron bajarlo. Y el Cristo Guerrillero estuvo ahí hasta el ’95, cuando, apenas unas semanas antes de la reelección de Menem, alguien subió y lo destrozó. Desmembró toda la escultura, y la Iglesia decidió retirarla, esconderla. Yo estaba interesado en esto, y mucho después, de casualidad, conocí a Mario Santucho (h) en el colectivo Situaciones, y decidimos ir para allá. Mentimos que éramos investigadores del arte y nos permitieron acceder a la sala en la que se encuentran los restos de la escultura, envueltos en una sábana, en un rincón...
Creepy...
Un caso de encrucijada; ese Cristo, ese objeto “inanimado”, albergó significados diferentes y conflictivos, emotivos y políticos. Al punto que un enorme número de policías intenta secuestrarlo, y la multitud lo defiende. Y se dice que tiene sangre, que está herido...