17.6.07

El Gran Salto Iconográfico



Una imagen de Li Zhengsheng, fotorreportero de la Gran Revolución Cultural China, y otra de una pintura del contemporáneo Qi Zhilong (1962,-), quien se ha dedicado a pintar con álgida inspiración analógica retratos de mujeres con uniformes militares de dicho período de la moderna historia china, componiendo un notable archivo.
El binomio muestra que el trabajo de Qi Zhelong, en su visible recorte metodológico y proyectual (sólo mujeres, uniformadas y sonrientes), no debe leerse como intento eminentemente historicista por recuperar un legado histórico-cultural, sino desde la más honesta ambición de fraguarlo y problematizarlo conceptualmente urbi et orbe, con una universalidad encomiable: en los más recientes trabajos del artista, sobre todo, es enfática la necesidad de vincular la grandeza anímica de las mujeres revolucionarias con la expresividad catalogada de la foto de modas; correlativamente, el apocamiento del los viriles gimnastas zhengshenianos, que repasan el Pequeño Libro Rojo antes de zambullirse en la popular competencia atlética, resulta un tanto bizarro como exponente documental de un régimen de cuño estalinista, y se acerca a la resultante hipotética de la combinación de John Waters con un equipo técnicos de fotografía de procedencia soviética.
En ambos casos, se pone en primer plano el pathos icónico-emotivo: los concentrados revolucionarios del nado carecen de los estigmas consabidos que la decadente historiografía burguesa (subsidiaria de Sotheby's y otras importantes plazas) le ha asignado al arte de los países comunistas, y el trabajo de Qi Zhilong tampoco anula su efecto en la muy leída Ostalgie que pudieron transitar en algún momento Neo Rauch e incluso muchos artistas de Beijing: cierta virtud táctica de este pintor es presumible en el hecho de que no se ahoga en la regular tempestad de los íconos sindicados como sufijo cultural del modo de producción capitalista, y en su lugar expone el vínculo silencioso entre la muy palpable y pictural emotividad de sus retratos y un definido cúmulo de pautas económico-políticas (cuyo lugar no es la tela, sino la memoria colectiva): retrayendo pavlovianamente la exhibición p.ej. de marcas, logos y cartones, Qi Zhilong señala la imbricación entre una paleta de estilemas morales (el coraje, la templanza voluntariosa, el self-improvement) y una característica acción de marketing (día de padre, de la madre, etc). La entereza moral de las muchachas maoístas parece pedir a gritos un perfume, una atado de cigarrillos o un logo: se verifica la palpable secuencia entre ritos de consumo, estilemas visuales y modelos de conducta en la medida en que no se reponen estos índices. Como el inconciente fotográfico elaborado por nuestro contemporáneo Chaskielberg, el sustrato icónico de estas pinturas no reside en las visibles sonrisas, sino en las invisibles condiciones económico-culturales que las circunscriben a la circulación de mercancías.